CONFLICTOS CON LA PAREJA. Hablando con Zhao Laoshi




Huan Ji estaba preocupado. Aquella mañana, no conseguía centrarse en los ejercicios. Los repetía, maquinalmente, pero sin entrar en ellos. En el primer descanso que hicieron, aprovechó para obtener consejo de su maestro:


- Maestro, hoy estoy bajo de energía, perdóneme: acabo de tener una discusión con mi mujer. Quiero a mi pareja y ella también me quiere. Tenemos muchas cosas en común, pero no entiendo por qué discutimos tanto. A veces, cuando estamos solos, pasan horas, días incluso, sin que nos dirijamos una sonrisa, y, peor aún, sólo hablamos para culpabilizarnos el uno al otro de lo que hacemos mal.

- Ya he notado que te pasaba algo. En las discusiones se altera nuestra energía, nuestra frecuencia vibracional, nuestra armonía. 
En las relaciones de pareja, se produce algo paradójico. Cuando nos enamoramos, buscamos a alguien diferente a nosotros. Lo que más nos gusta de nuestra pareja son aquellas cosas de las que carecemos. Con el paso del tiempo, nos empeñamos en cambiarla, en hacerla como nosotros, en destruir la base de nuestro amor, precisamente. Pasa que, donde antes veíamos una cualidad, ahora vemos un defecto. Y no es que haya desaparecido la cualidad que antes amábamos, no. Lo que ocurre es un cambio de óptica. Amábamos, por ejemplo, su decisión, y ahora nos parece una persona precipitada; o bien amábamos su serenidad, y ahora nos enerva su excesiva tranquilidad o pasotismo. 
Mi querido Huang, vivir en pareja tiene grandes ventajas, pero hay una muy especial: la pareja es el termómetro de nuestro crecimiento. La persona con la que compartimos nuestra vida se convierte en un espejo, donde nos vemos reflejados. Sí, proyectamos en el otro aquello de nosotros que no nos gusta, de forma que aquellos comportamientos de mi pareja que rechazo están reflejando lo que yo rechazo de mi mismo, y que está ahí dentro, sin que yo sea consciente de ello. Cuando quieras saber que es lo que no te gusta de ti mismo, mira a tu pareja y preguntate: ¿ qué es lo que menos me gusta de ella?. Ahí tienes la respuesta.

- Yo no se si en todos los casos ocurrirá lo mismo, pero es que mi mujer es...

- ¡ No sigas, por favor, no lo hagas!. Cada vez que tu dices a otros o a ella misma lo que tu crees que es, la estás convirtiendo en eso, precisamente, estás proyectando sobre ella una forma de ser que se convierte en realidad, que la esclaviza a ser así, hasta que tu la liberes. Por eso te he interrumpido, porque ibas a describirme como era tu mujer, con un pero delante, y he supuesto que no ibas a cantar sus cualidades, precisamente.

- Cierto. Siendo así, se lo agradezco. Pero, 
¿ realmente es así ? No acabo de entender que los defectos, conductas, comportamientos y formas de ser de mi pareja que me desagradan, que están ahí, que son objetivos, podríamos decir, las haya provocado yo.

- Sí. Es así. Y esto tiene una gran importancia. Mira, tenemos que partir de que nosotros somos quienes creamos nuestra realidad. Lo que llamamos real en sí no existe. Las cosas que nos rodean son creación nuestra y existen en función nuestra. Las cosas y las personas que nos rodean existen para nosotros y por nosotros. Son como nosotros las vemos. Nuestros ojos proyectan sobre los demás la luz de nuestra mente. Si miramos a alguien con sonrisa en la mirada, proyectamos nuestro amor, creando un ser amable que nos devuelve ese amor, con otra mirada sonriente. Así comunicamos la energía entre nosotros, así crecemos en el amor. En cambio, cuando lo que se asoma a nuestros ojos o, aún peor, a nuestras palabras, son las sombras de nuestra mente, la negatividad, el reproche, las exigencias, creamos seres de sombra que nos devuelven esos reflejos. Y hasta que no libremos a esos seres, cosas o personas, criaturas nuestras, producto de la capacidad creadora de nuestra mente y de nuestro corazón, de las tinieblas en las que los hemos llamado a la vida, serán los compañeros de la parte más oscura de nuestro ser.

- Entonces, y perdone que vuelva al caso concreto, ¿soy yo el culpable de que mi pareja sea de una forma determinada o tenga unos comportamientos que me desagradan?. Esto es muy duro, maestro.

- Las palabras llevan consigo un lastre del uso que las dejan marcadas y, a veces, no significan lo que quisieran significar. Por eso no me gusta usar la palabra culpable. Prefiero usar la palabra responsable, con significado similar a causante. El responsable es el que responde por algo o por alguien, con independencia de su culpabilidad o no en un acto. Quiero decir que, con independencia de que seas consciente o no, tu eres el responsable, el causante, de sus comportamientos. Así debes asumirlo, si quieres iniciar el camino de su liberación.

- Sí, vale, lo asumo. Pero, ¿cómo hacerlo?. ¿Por dónde empiezo?.

- No existe una receta para su consecución rápida, como exige el tiempo en el que vivimos. Puedo orientarte, exponerte mis conocimientos, basados en mis experiencias y en las experiencias de mis mayores, y es posible que te sean útiles. Como te decía, el primer paso es el aceptar tu responsabilidad en su comportamiento, basada, por un lado, en que sus actos rechazables son proyecciones de lo que tu rechazas en ti, y por otro, en que los seres que nos rodean son creación nuestra. Al dar este primer paso, la estás liberando de responsabilidad en sus actos negativos hacia ti, y estás plantando la semilla de la compasión amorosa. Has iniciado un camino que no es fácil de recorrer, que puede resultar demasiado lento y dificultoso, y muy largo, sobre todo. Diríamos que estás dando tus primeros pasos hacia el amor incondicional: amar, a pesar todo, y por encima del desamor, incluso.

- Perdón, Laoshi, parece bonito y grandioso. Pero ¿qué hago si, a pesar de la aceptación de mi responsabilidad, sigue fastidiandome con sus exigencias, por ejemplo?

- Recuerda, el exigente eres tu, no ella.

- Perdone, pero ella no sólo es exigente conmigo, lo es también con los demás, incluso con ella misma.

- Tu la ves exigente. Quizás los demás no. O puede que sí, pero con otras connotaciones diferentes, no con la negatividad con la que tu la recibes. En cualquiera de los casos, lo que te aseguro es que, en el momento en que tu dejes de verla como exigente, habrá dejado de serlo. Aún en el supuesto de que pudiera seguir siéndolo para otros, al no serlo para ti, habría desaparecido la negatividad de su exigencia, convirtiéndose en una persona tolerante. Sí, el milagro se producirá, justo en el momento en que tu te transformes en ese ser tolerante y sereno con el que sueñas y hacia el que te encaminas.

- Y entre tanto, mientras el milagro no se produce, ¿qué?.

- Los milagros los producimos nosotros mismos, a medida que tomamos consciencia de que somos seres de luz, de infinito poder, y vamos iluminando nuestros rincones más ocultos. Pero esa transformación exige una práctica constante, día a día, sin prisas por la consecución de la meta. Cuando meditas, en quietud y silencio, con tu mente y corazón armonizados, o cuando entras en la mística dinámica del Chi Kung y del Tai Chi, sincronizando tu ser, armonizándote con la naturaleza y canalizando la energía cósmica hacia ti, estás dando pasos agigantados hacia esa toma de consciencia. Llegará, no lo dudes. Cuando menos lo esperes, te sorprenderás a ti mismo mirando en positivo, viendo cualidades allí donde antes había defectos, proyectando tu energía amorosa y comprensiva sobre quien, antes, proyectabas exigencias, rencores o desprecios. Estás en el camino. Siéntete afortunado. Disfruta de tu práctica y déjate llevar por la energía que eres, por la luz que te inunda.

J L



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