UN SANTO ORDINARIO








Cada noche, durante 25 años, Gurmit Singh, cierra su tienda de ropa en la gran ciudad de Patna, sube a su motocicleta y visita a las personas más necesitadas. Estas son las personas que quedan olvidadas por los dos hospitales principales en la capital de Bihar, el estado más pobre de la India.
Se les llama "lawaris", los "abandonados", porque no tienen a nadie que los ayude ni a quienes puedan ayudar. 

En su camino, Gurmit compra comida caliente, verduras, huevos, yogur y dulces para alimentarlos. Trabaja pasada la medianoche llevando comida y consuelo a aquellos que están alojados en esas habitaciones comunales grandes y malolientes. Muchos están estirados directamente en el suelo de hormigón de los dos hospitales grandes de la ciudad o en bancos rudimentarios, ya que las camas cómodas son usadas al 100% por los pacientes más ricos. Las enfermeras vienen dos veces al día y sirven una comida magra apenas comestible. El resto del tiempo, los pacientes quedan solos a su triste destino. 

Pero cuando Gurmit Singh llega con sus provisiones, ¡las sonrisas iluminan sus caras de sufrimiento! Gurmit alimenta a mano a aquellos que no pueden hacerlo por sí mismos, y les da los medicamentos que necesitan y no pueden pagar. Gurmit dona sangre regularmente y anima a sus amigos a hacer lo mismo. 

El desencadenante de sus amables acciones se produjo hace 23 años cuando una mujer, que vivía vendiendo bolsas de plástico puerta a puerta, entró en su tienda llorando, cargando a su hijito gravemente quemado. 

Gurmit los llevó al hospital y descubrió que los doctores estaban en huelga. Indignado, encontró una manera de obtener atención de primeros auxilios para el niño, y luego decidió regresar para cuidar a los no-cuidados por el hospital y por la sociedad. 

Para pagar estos gastos, Gurmit y sus cinco hermanos, que viven en viviendas modestas, ponen el 10% de sus ingresos en una caja de donaciones. "En nuestra familia, hemos reemplazado las fiestas y los regalos de cumpleaños con una contribución al bote". 

Gurmit no espera nada a cambio de su buena voluntad y, sin embargo, ¡dos veces los dos hospitales a los que acude a diario le han negado el acceso! Tal vez no deseen que se les recuerde día tras día que la bondad debe prevalecer sobre todas las demás consideraciones. 

Su mayor preocupación es no poder hacer una de sus visitas diarias. "¿Quién se ocupará de ellos si no estoy allí?" Como resultado, no se ha ido de vacaciones y no ha abandonado Patna en 13 años por temor a abandonar a los abandonados. La única excepción fue cuando la comunidad sij lo honró por su devoción. 

Gurmit Singh es una lección de humildad para todos los que nos dedicamos a proyectos humanitarios. Trabaja para el bienestar de otros por un impulso sincero que pocos de nosotros seguimos, a pesar de que todos tenemos el potencial para hacerlo. 

Es esta "banalidad de la bondad", esta "abrumadora familiaridad" con la bondad personificada por Gurmit Singh, lo que nos mueve y nos conmueve. En él descubrimos la bondad en su forma pura, sin pretensiones y con los pies en la tierra. 

Dediqué cinco años de trabajo para tratar de demostrar en un libro de 800 páginas que existe el altruismo verdadero, que podemos cultivarlo, y que la búsqueda de la felicidad egoísta está destinada a fracasar. Gurmit Singh expresa todo esto en pocas palabras, "La felicidad es ayudar a los demás". 

Organizaciones no gubernamentales (ONG) como la nuestra (Karuna-Shechen) intentan expandir nuestra misión y congregar a sus conciudadanos. Pero todos necesitamos ejemplos para inspirarnos, modelos que personifiquen la bondad en su forma más pura y esencial. Los Gurmit Singhs de este mundo iluminan nuestro camino y reavivan nuestra confianza en la naturaleza humana. 

Albert Schweitzer escribió: "Los únicos que estarán realmente felices son aquellos que han buscado y encontrado cómo servir". No todos pueden recibir un Premio Nobel de la Paz, pero todos podemos ser Gurmit Singh. Simplemente necesitamos abrir nuestros corazones de par en par.


Fuente: Matthieu Ricard

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