CONSCIENCIA CONSTANTE. Diálogos con Zhao Laozhi




 -  Maestro Zhao, se dice, en el lenguaje de la calle, que la felicidad consiste hacer  lo que nos da la gana. ¿Es así ?

- No, Huan, no.  Es algo parecido a eso, pero diferente. Yo diría, mejor, que es "poder hacer lo que  queremos". Parece lo mismo, pero piénsalo y verás en qué difiere.

El que hace lo que quiere, lo que le apetece, hace cosas que le apetecen pero que no puede dejar de hacer.  Por ejemplo: un fumador fuma, porque le da la gana, según él. Pero si quiere dejar de hacerlo, quizás no pueda.  Y no puede dejar de fumar, si su apego es muy fuerte. Por eso, poder hacer lo que uno quiere o, según tu expresión, lo que le da la gana, conlleva  el sentido contrario: poder dejar de hacerlo. Se trata de sentirse  libre para hacer, o dejar de hacer,  lo que uno quiere.

- Conclusión: ser feliz consiste en poder hacer lo que uno quiere.

-No deberíamos ser tan simplistas y reducir a eso la felicidad. Pero sí, es un aspecto de la felicidad. Indudablemente, si una persona ha adquirido la capacidad de poder hacer lo que desea, se ha de sentir muy libre y esto le hará feliz. En ese campo del hacer o no hacer, deberíamos ir más lejos. Te propongo como meta algo más sutil, siguiendo con la magia de las palabras:  conseguir  "querer hacer lo que estás haciendo y disfrutar de lo que haces". No es un juego de palabras, es una sabia meta.
 
- ¿Algo así como vivir el momento presente, en nuestro quehacer ordinario?

-Si, mi querido Huan. Es el camino para avanzar en nuestra consciencia plena, en nuestra consciencia permanente, en nuestro ser conscientes, constantemente, de lo que nos ocurre, de nuestro quehacer más elemental. La consciencia constante de lo que estamos haciendo supone escapar a las distracciones de los recuerdos y de las ilusiones. Implica sentar la mente a la mesa de la vida, en el quehacer presente, sin  anclajes del pasado, sin sueños de futuro. Atiende a esta historia:
 
Había, una vez, un monje que había pasado diez años de formación con un santo maestro que vivía apartado, en una cueva, con el sólo quehacer  de la práctica meditativa, y de cuidar de un pequeño huerto del que se alimentaban. Pasados los diez años y entendiendo completada su formación, se volvió a su monasterio del que llegó a ser  abad, a pesar de su juventud.  Años después, volvió a la montaña, a visitar a su  maestro. Al entrar a la cueva, dejó su paraguas y sus sandalias  junto a la puerta.  Se inclinó, en profunda y respetuosa prosternación, dejándose, después, abrazar por aquel anciano que respiraba serenidad por todos los poros de su cuerpo.

- Bien venido, hijo mío. ¿Qué  trae, de nuevo, a mi humilde choza, al Abad de tan renombrado  Monasterio ?
 
- Creo que algo no me va bien, maestro. Atiendo, lo mejor que puedo, todas mis responsabilidades, pero siento que he perdido la paz profunda adquirida en esta cueva, años atrás. Cada vez me resulta más difícil entrar en el silencio profundo de la meditación. Las distracciones ocupan mi mente, sentimientos diversos hacen perder la armonía  a mi corazón... No se qué me está pasando.

-  ¿Trajiste paraguas ?.

- Si, maestro, estamos en la estación de las  lluvias frecuentes.

. ¿Dónde dejaste el paraguas,  a la derecha o a la izquierda de tus sandalias?


 El monje, sin saber qué responder, hizo una profunda inclinación, en respetuoso silencio.

- Mi querido hijo, has perdido la consciencia permanente de tu hacer. Necesitas volver a mi lado, otros diez años.





 

- Laozhi, noble maestro, diez años, habiendo estado otros diez anteriormente, ¿no es mucho tiempo ? ¿ O es un número simbólico usado en esta historia,  como los diez mil seres  o las diez mil manos de buda?

- Cuando se habla de las diez mil  manos de buda o de los diez mil seres se está refiriendo a la totalidad, efectivamente. Es cierto que el numero diez, en china, significa plenitud y se usa, muchas veces,  para indicar un ciclo que se cierra. En este caso, nos indica que a la práctica no hay que escatimarle tiempo.  No debemos practicar contra reloj. En occidente, se va de prisa a todas partes. Hay prisa hasta para relajarse. Me decía una alumna: "Maestro, vamos a hacer chikung, rápidamente, que tengo muchas cosas que hacer en casa". Por eso se está siempre buscando "atajos". Algún día hablaremos de ellos.

- ¿Cómo conseguir la  consciencia constante ?
- Sin prisas. Practicando. Dedicando tiempo, diez, veinte, treinta años, toda una vida si lo necesitas, a entrenarte. Con meditación, con chikung, con taichi, con yoga, con cualquier ejercicio que te lleve a penetrar en el Infinito, a armonizarte y fundirte con la Naturaleza,  a ser plenamente consciente de tu Ser que vive. 

Dice un Proverbio Chino: 

"La práctica no debería estar separada del vivir, y vivir cada momento debería ser la práctica de cada persona"


J L


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